Vogue hace una aproximación al origen de una de las prendas más representativas y de expresión individual de la mujer mexicana: el rebozo.

El rebozo es algo así como un manto de identidad. Un accesorio que va más allá de una simple prenda multifuncional pero que si de pensar su cometido se trata, diríamos que ha sido un reflejo de la expresión de la mujer mexicana. La historiadora Isabel Marín de Paalen se lo preguntaba en Etno-artesanías y Arte Popular en México. ‘¿Por qué se hace [el rebozo]? Porque tiene mil usos en la costumbre y modo de vivir de esas mujeres. No solo cubre y abriga, sino que también envuelve y sostiene al niño recién nacido en brazos de la madre; aligera la carga de las campesinas que corren a pie largas distancias para llevar a su hogar o al mercado pesadas mercancías (…); se tercia o enreda en la cintura hacia los hombros y de mil otras maneras, siempre con gracia y éxito estético insospechado; [esta prenda] ha sido musa de poetas y compositores’.

Y es que aunque el rebozo sea de determinación intrínsecamente mexicana sigue generando debate sobre su origen –y cuyo rastreo histórico nos lleva siglos atrás– algo es seguro: la historia lo ha convertido en algo más que un accesorio. El rebozo es resultado de una convergencia de tiempos, épocas y culturas. De momentos que determinaron y forjaron el México moderno. Con el rebozo la mujer mexicana encontró su identidad social y cultural durante el mestizaje.

El rebozo y sus orígenes
Se estima que tiene al menos 500 años, que nace de la colonización y la evangelización. Desde mucho antes que los españoles llegaran a tierras americanas, había códigos de vestimenta atados a las culturas prehispánicas. Con la evangelización, las mujeres indígenas adoptaron y comenzaron a usar un tipo de manto. En la época colonial surgió el rebozo como una prenda distintiva, entretejida de fusiones de La Conquista y que vio deslumbrante el nacimiento de una nueva nación. Así lo pensaba el pintor y escritor, Dr. Atl, la creación del rebozo fue empujada por ‘las necesidades de identidad de casta y el gusto indígena, para lograr convertirlo en una prenda típica y nacional’. Sí, el rebozo –a través de su color, forma y textura– es una prenda mexicana por excelencia, identificada y adoptada a lo largo de los años.

De esta manera, se concibió su estructura rectangular, tejida con hilos de algodón, seda o una mezcla de estos y teñido con la técnica prehispánica conocida como ikat. Con extremos prolongados con flecos o puntas que se trenzan y se anudan entre sí y como centros productores surgen los estados de Guadalajara, San Luis Potosí –el pueblo de Santa María del Río–, Puebla, Oaxaca y algunos más. Desde la primera mitad del siglo XVIII, el rebozo constituía una prenda común entre las mujeres de las castas, criollas y españolas. El rebozo es también resultado del mestizaje, una prenda creada en los inicios de la Nueva España y cuyo modo de elaboración se le atribuyó principalmente a la mujer mestiza, ya que en su momento cumplió una función de distinción social.

El rebozo y la mujer mexicana
Años más tarde, perdería su propósito religioso y se convertiría en un emblema mexicano. Más adelante, las mujeres de la Revolución vestirían rebozos y las Adelitas lo adoptarían como una vestimenta que caracterizaría a la mujer revolucionaria. Ahí, con ellas, se dejó de llevar como mero accesorio, ahora se mostraba cruzado sobre el pecho para guardar los cartuchos de munición y salir a la lucha. El rebozo ha tomado un papel importante debido a su multifuncionalidad en la vida de la mexicana y como parte de la indumentaria tradicional y debemos reconocer sus transformaciones simbólicas. ‘Para Frida [Kahlo] fue un símbolo de indigenismo, nacionalismo, de la ética de la clase trabajadora y una autodefensa, resistencia y alivio’, escribía Gabriella Gutierrez y Muhs en su texto Rebozos, nuestras mantas culturales.

Y es que a lo largo de los años no solo personajes como Frida Kahlo, sino artistas como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y hasta las musas del cine de oro retomarían y retratarían la belleza del rebozo en el arte como fue el caso de Dolores del Río, Carmen Zapata, Gloria Marín y María Félix en la época del cine de oro mexicano.

Pero, quizá, lo fascinante del rebozo es la radiografía que nos da sobre el México independiente y moderno, el mapa palpable sobre cómo la identidad mexicana toma forma y color –algo visible en textos y documentos que narran nuestra historia–. ‘Vistiose la madre de Remedios con las mejores prendas: sus zapatos de charol, las enaguas azules con ribetes de terciopelo negro, y el rebozo azul que olía a nuevo…’, escribía Ángel de Campo en el clásico de la literatura mexicana, La Rumba. Así, el rebozo se adjunta a numerosos libros y filmes que forman parte de la tradición mexicana. ‘En esa sed de identidad se preludian los numerosos argumentos donde la mujer lucha por su autonomía y por evitar a toda costa la degradación’, asegura Vicente Quirarte en Historia de las Mujeres en México. Cuando vislumbramos el rebozo, entendemos que se entretejen no solo hilos, sino rasgos de identidad y de la expresión individual femenina mexicana.

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por hollimodels

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Un comentario en «Raíces de la Moda: La historia del rebozo mexicano»

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