Cuando se unen dos de nuestras firmas favoritas de alta artesanía, Sabellar y Verbena Madrid, suceden estas cosas
Cuando nos imaginábamos el siglo XXI, lo hacíamos cayendo en la prototípica idea de futuro en la que triunfaría la tecnología. Y lo haría por encima de todas las cosas. La modernidad iba a terminar con lo tradicional, las máquinas sustituirían a las personas y la venta online liquidaría los pequeños negocios y, así, los oficios artesanos pasarían a la historia. Qué bien que estuviéramos tan equivocados. Precisamente han sido los millennials, hijos mayores de la era digital, los que iban a llegar para salvaguardar todo aquello. A poner en valor lo local, lo pequeño, lo mimado. A echar la vista atrás para coger ideas y remasterizarlas para que sobrevivan –con éxito– en el presente. Es el caso de los dos proyectos que nos ocupan: Sabellar, un e-commerce que reúne prendas y objetos con historia, y Verbena Madrid, una firma de diademas y pendientes artesanales en fondo y forma. Ahora, ambas se han unido. Eclosión.
Como procede, se descubrieron mutuamente de manera virtual. «Nos conocimos en Instagram. Nuestras marcas estaban en sus inicios y, desde entonces, nos hemos visto crecer. Cuando viajé a Madrid, decidimos quedar y ponernos cara. Enseguida surgió hacer algo juntas», cuenta María Noval-Quílez (Zaragoza, 1982), alma mater de Sabellar. «Esa reunión fue muy fructífera, hubo mucho feeling y se nos ocurrieron muchas ideas locas», aporta Carmen García (Zamora, 1986), mitad de Verbena Madrid, que sigue: «Nos pareció que diseñar pendientes juntas complementaba muy bien a ambas marcas. Tras las coronas, en Verbena estábamos apostando fuerte por ellos y Sabellar, que ya había tenido modelos más sencillos, buscaba ampliar su oferta con diseños más sofisticados y especiales».
¿Y qué tienen exactamente los dos modelos –de nombre Alborada y Liviana– de sus creadoras? «De Verbena, el volumen, la rafia, los juegos de texturas y el peso –o, mejor dicho, la ausencia de él–», responde Cristina Criado (Tenerife, 1987). Por su parte, María contesta: «Su estética depurada. Son diseños muy potentes por sus dimensiones y volumen que se equilibran muy bien gracias a los tonos claros y naturales tan Sabellar». Además, los materiales son todos españoles. «La cerámica, que fue el paso inicial, se moldeó y coció en Madrid. Después las piezas viajaron a Canarias para fusionarlas con la rafia, recogida y bordada allí. Cada par de pendientes necesitó alrededor de ocho horas de trabajo de bordado manual», comparte Cristina.
Esa complicidad estética parte de varias coincidencias. Una numérica y otra, digamos, emocional. Ambas firmas nacieron en 2017. Y ambas comparten los mismos valores. «Valoramos mucho la artesanía, lo hecho a mano, esas técnicas ancestrales que están desapareciendo. Tanto Verbena Madrid como Sabellar tienen por objetivo poner en valor la artesanía, pero siempre adaptándola al hoy, con una estética contemporánea y sin apelar a estereotipos», especifica María. Carmen alude, además, a una conexión personal entre las tres implicadas. «Creo que uno de nuestros fuertes es que nunca dejamos de idear o de lanzar proyectos por miedo al no. Somos positivas, tenemos muchas ganas de trabajar y cuando tenemos la idea, la planteamos. Y eso trae consigo colaboraciones geniales como esta. Además, nuestra forma de entender el nuevo lujo es muy similar. Para las dos marcas, la definición de este concepto es la alta artesanía. Se trata de valorar y entender la importancia del detalle, de aquello que ha sido hecho excepcionalmente para ti y muy poca gente posee», termina. Y nos conquista.